O sea que llegaron a un arroyo, a un río, para bañarse, y ya sabían que venía el tío, venía el viejillo diablero ¿verdá?, allá por el barranco, y comentaron:
-¡Ahí viene el viejillo!, ¡háblenle para que nos haga una broma!
Entonces, cuando llegó le dijeron:
-¡Eh, eh, viejo diablero chingao, a ver que... a ver haga algo aquí!
-A ver, voltéense todos pa allá -les ordenó-.
Y ya todos le dieron la espalda unos momentos -unos entre el agua y otros acá, en la orilla-.
Luego les gritó:
-¡Ahora si volteen!
-¡Nombre! -cuenta papá- estaba un... ¡pero koyotote, atrás de nosotros! y... chingue su... ¡todos nos metimos más pa dentro del agua! ¡Pero koyote! -dice-.
Cuando voltearon el viejito no estaba ya y en su lugar estaba un koyote ¡pero koyote! sentado atrás de ellos.
Esa la platicaba papá y ¡pos ni modo de decir que no era una historia cierta!